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El cónclave más largo de la historia: tres años de encierro, hambre y muerte en Viterbo
Tras la muerte de Clemente IV, la Iglesia vivió su mayor crisis: un cónclave de 1.006 días con tres cardenales muertos y sin techo.
Por:Una elección papal que se convirtió en pesadilla
En noviembre de 1268, el papa Clemente IV falleció en Viterbo, Italia, dejando vacante la silla de San Pedro. Lo que debía ser un proceso de sucesión relativamente breve se transformó en el cónclave más largo y turbulento de la historia de la Iglesia Católica, extendiéndose por casi tres años, desde el 29 de noviembre de 1268 hasta el 1 de septiembre de 1271.
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Divisiones políticas y estancamiento
El Colegio Cardenalicio, compuesto por 20 miembros, se encontraba profundamente dividido entre dos facciones irreconciliables: los güelfos (pro-franceses) y los gibelinos (pro-emperador del Sacro Imperio). La lucha por imponer un candidato propio impidió alcanzar el consenso necesario para elegir al nuevo pontífice. Cada bando defendía intereses seculares además de religiosos, y ninguno estaba dispuesto a ceder.
Condiciones extremas y medidas drásticas
Ante la prolongación del cónclave, las autoridades locales de Viterbo tomaron medidas desesperadas. Cerraron a los cardenales en el Palacio Papal, redujeron sus raciones a pan y agua, y hasta les quitaron el techo del edificio, exponiéndolos a los fríos inviernos. El objetivo era simple: presionar hasta forzar una decisión. Pero la estrategia trajo consecuencias trágicas.
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Tres inviernos, un motín y cardenales muertos
La falta de alimentos, el encierro y las tensiones prolongadas provocaron un colapso físico y emocional entre los cardenales. Tres de ellos murieron durante el proceso. La situación llegó a tal punto que incluso hubo motines populares en la ciudad, que también se veía afectada por la interminable elección. El mundo católico se mantuvo durante 1.006 días sin papa, una situación sin precedentes.
La solución inesperada: un comité de seis
Finalmente, en 1271, se acordó una medida extraordinaria: la formación de un comité de seis cardenales, representantes de ambas facciones, que tendría la misión de elegir al nuevo papa. Fue así como se escogió a Teobaldo Visconti, un clérigo que ni siquiera era cardenal y que se encontraba en Tierra Santa. Visconti aceptó el cargo y fue coronado como Gregorio X.
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El papa que reformó los cónclaves
Gregorio X, profundamente marcado por lo vivido, impulsó reformas para evitar que una situación semejante se repitiera. Durante el Segundo Concilio de Lyon en 1274, promulgó la constitución Ubi periculum, que estableció normas claras para el funcionamiento de los cónclaves: aislamiento total de los cardenales, reducción progresiva de comida si no se alcanzaba un acuerdo y la obligación de elegir sin intervención externa. Estas reglas han perdurado, con algunas modificaciones, hasta nuestros días.
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Legado histórico
El cónclave de Viterbo es recordado no solo por su duración récord, sino por haber cambiado para siempre la historia de la Iglesia. Demostró cómo las tensiones políticas pueden paralizar hasta las instituciones más poderosas y cómo, incluso en el caos, pueden surgir reformas que perduran siglos.